lunes, 25 de febrero de 2013

BIENVENIDO “PAYA-MIEL”


Cuando el fornido, corpulento, atlético, bien papeado, carteluo y burda e fino cacique Caricuao, armado de china, macana, arco y flechas se paseaba a sus anchas con plena libertad por los predios de su comarca cazando guacharacas, venados, tigres mariposos, cunaguaros, morrocoyes, lapas, monos, morrocoyes y chigüires o pescando bagres, corronchos, pavones y cachamas en las cristalinas y límpidas aguas del caudaloso río Guaire, luciendo además un elegante guayuco Calvin Klein, que como prueba de su amistad le había regalado don Diego de Losada en retribución al hecho de haber sido invitado de manera especial a la fiesta de 15 años de una de las hijas del cacique por allá, por el año l500 setenta y pico, solía hacer un alto en su labor para meditar muy seriamente acerca de un proyecto que desde mucho antes de la llegada de los hispanos a América bullía en su cerebro. Por tal motivo decidió una noche de luna llena reunirse en pleno con todas y todos los integrantes de su tribu diciéndoles:
—Buenas noches damas y caballeros, yo, gran cacique Caricuao tener algo muy importante que comunicarles, hacer silencio y escuchar por favor.


—Habla gran cacique Caricuao todos escucharte, qué ser esa cosa tan importante que querer decir— interrumpió uno de los presentes.
—Yo decirles— continuó el cacique— que desde hacer muchos inviernos y muchos veranos, muchos soles y muchas lunas, en nuestra comarca ya no poderse vivir en paz, ya no haber tranquilidad ni sosiego. Algunos indios malos de tribus cercanas como las de nuestro hermano cacique Macarao, asaltar nuestras curiaras y canoas cuando de día o de noche regresar de cacería y despojarnos de la papa resuelta que era para nuestras familias. Ya no poder camaronear, descansar ni dormir porque esos mismos indios, además de beber licor caña blanca, cocuy, anís y poncigué que emborracha y volverlos locos discutiendo de política, también dedicarse a bailar y tocar tambor, guarura y furruco y no parar hasta que salir de nuevo el sol.
—Ser cierto lo que tú decir gran cacique Caricuao, porque hacer quince lunas indios malos llevarse a la menor de mis cinco esposas, que devolverme si yo darles 20 lapas, 20 morrocoyes y 10 venados, ya tener los morrocoyes y los venados, sólo faltarme las lapas —dijo el indio Pluma e Pescao.
—Yo, Pollo Flaco —dijo otro indio— decir que tú plantear problema gran cacique Caricuao, pero no plantear solución.
—Eso ser verdad— dijo otro de los súbditos del cacique— ya todos saber cuáles ser problemas que estar confrontando, lo que queremos que tu decir, es cómo resolver rollos y problemas.

—Si ustedes continuar con saboteo interrumpiendo lo que quiero comunicarles yo no poder continuar hablando y ustedes no enterarse de nada— respondió molesto el cacique por tan continuas interrupciones.
Respetuosamente todos hicieron silencio, y el indio continuó diciendo: —Yo estar plenamente convencido que problemas y rollos resolverse con urgente creación de Consejo Comunal.
—¿Comu qué? —preguntó a gritos una indiecita de 14 años que amamantaba al menor de sus 2 hijos.
—Si tú decirme donde estar Consejo Comunal, yo salir en mi curiara y traerlo antes de salir el sol —propuso el indio Pie Plano.
—¿Con qué comerse eso?— preguntó luego el indio barrigón Tripa Loca.
—Silencio porfa, silencio, dejemos de una vez por todas a nuestro gran Caricuao exponer su proyecto acerca de la creación de lo que ha llamado Consejo Comunal, pero que no hable como Tarzan, que se exprese en español castizo dijo Cachorrito el indio más anciano y culto de la tribu.
A continuación, el cacique explicó de una manera muy precisa, clara, detallada y pormenorizada en qué consistía un Consejo Comunal, exhortando a todos acudir a la próxima reunión para ultimar detalles con miras a su pronta creación.
Pero que va, el gran cacique Caricuao se quedó con los crespos hechos, porque desafortunadamente todos o casi todos los integrantes de la tribu hicieron caso omiso a su llamado, ya que en esa oportunidad como en las posteriores cuando él los convocaba a una reunión en su churuata, casi nadie acudía a ella, los indios se quedaban enchinchorrados y empantuflados inventando cualquier pretexto.
—No poder acudir, yo tener sueño— argumentó el indio Burro Flojo meciéndose plácidamente en su chinchorro rascándose el cogote y la barriga.
—Yo no ir, tener que darle tetero a los niños— dijo la india Agua Blanca comiéndose los piojos que se sacaba de la cabeza.
—Yo ir otro día, hoy tener que cortar leña para preparar sancocho para mi esposa y mis 16 hijos— se excusó el indio Chiriguare.
—Si yo ir, esposo golpearme— alegó entre sollozos la india Ojo Morao.
—Si en reunión haber cazabe, yuca, cochino, mondongo y cerveza, poder contar conmigo— dijo el indio Trapichito.
—No ver razón para creación de Consejo Comunal, gran Chamán poder pedir a nuestros dioses, la luna y el sol que resolver rollos— alegó el indio Loro Viejo.
Y así entre excusas, pareceres, argumentos y opiniones fueron transcurríendo los días, las semanas y los meses, y situaciones como las descritas anteriormente se constituyeron en irreversibles patrones de conducta por parte de los integrantes de la tribu que equivocadamente esperanzados creían ver en la luna y el sol la solución de todos y cada uno de sus incontables y graves problemas, cosa que como era de esperarse en ningún momento sucedió.
Y el bravo cacique, desilusionado, frustrado, al ver impotente que su proyecto se difuminaba, desaparecía como una nube barrida por el viento abandonó la tribu con sus esposas, hijos, nietos, cuñados y suegros, y años después, olvidado por los suyos murió embargado de honda tristeza. Lo enterraron en el panteón familiar del cementerio de la comarca, y alguien escribió sobre su sepultura esta frase:
“Aquí yace un iluso a quien el fuego quemó las alas al pretender como Icaro quebrantar las leyes de la naturaleza en su loco afán por transmutarse en ciudadano, olvidándose de su condición de indio incivilizado y primitivo”.
Corrieron los años, pasó mucho tiempo, y la desidia e indiferencia puestas de manifiesto por aquellos nuestros lejanos ancestros, fueron consciente o inconscientemente transmitidas de una a otra generación, motivo por el cual, ya en el siglo 21, en una urbe moderna, erizada de altos edificios los ahora residentes de las comunidades de “Mata de la Miel” y “León de Payara” enclavadas en la UD-4 de aquella comarca homónima del cacique, indiferentes, igual como lo hicieron los súbditos del indio, continuaban mirando de lejos, de reojo o como gallina que mira sal los problemas presentes en ellas que proliferaban cada vez más con el devenir de un nuevo amanecer. Inmersos en la apatía, incapaces eran de alzar su voz y dar un paso al frente en procura de lograr conciencia ciudadana y unir esfuerzos a fin de crear lazos de comunicación para enfrentar con coraje y decisión todo aquello que le era negativo. “Payara” y “Mata de la Miel”, distaban muy lejos de ser comunidades de ciudadanos organizados, parecía más bien aquello unas simples hectáreas de tierra llenas de gente adormecida, anacoretas, pensando cada cual de forma individual y el norte apuntando egoístamente hacia sus propios intereses y beneficios olvidando que un problema comunitario es problema de todos. La desidia, la indiferencia, el egoísmo y el personalismo presentes en casi todos les impedía poner de relieve el alto pero adormecido potencial de creatividad, liderazgo y la capacidad de trabajo que todo ser humano lleva dentro de sí. Una legión de diminutas, micrométricas y casi microscópicas hormigas, o un enjambre de abejas africanas o venezolanas, asesinas o zanahorias nos darían un claro e irrefutable ejemplo de cómo vivir en comunidad. Y ante tanta indiferencia y apatía, los problemas campeaban y reinaban a lo largo y ancho del sector. Sólo, y esporádicamente a través de uno que otro noticiero radial se escuchaba una voz denunciando el caos en que vivía la comunidad, en el que a todo gañote algún perifoneador de “Radio Veloz Continente” o de “Ya Va a Caé Mundial” decía:

“En tenebrosas tinieblas las comunidades de “León de Payara” y “Mata de la Miel” de la UD-4 de Caricuao”, donde además el malandraje desbocado y sin freno mantiene en jaque a sus residentes”.

“Cráteres como los de la Luna adornan las calles adyacentes a las terrazas de “León de Payara” y Mata de la Miel” enclavadas en la parroquia Caricuao, y que son utilizados por los niños para jugar al escondido.
“A 5000 bolívares “precio de oferta” expenden la canilla de pan en “León de Payara” y “Mata de la Miel” de Caricuao. “Hace 20 años con esa cantidad de dinero gozábamos de dos meses de vacaciones escolares en Margarita, dijo la señora Dulce Salazar madre de 10 muchachos y abuela de otros 6”.

“Caña, consumo y tráfico de drogas, música escandalosa y rumba desde tempranas horas hasta avanzada la madrugada no permiten camaronear a los vecinos de “Mata de la Miel” y “León de Payara” en la UD-4 de Caricuao”.

“Dañados los “Subibaja” de los bloques de “León de Payara” y “Mata de la Miel” de la UD-4 de Caricuao”. Discapacitados, mujeres grávidas, y viejitos deben subir a pie para llegar extenuados a su hogar. Entre sollozos nos contó la joven Sínes Pozo, que su galán dejó de visitarla alegando que no se calaba más los 650 escalones que hay desde la planta baja hasta su apartamento y ella teme quedarse para vestir santos. Auxilio, Socorro arreglen esos bichos”.

“Con agua de lluvia se bañan las comunidades “Mata de la Miel” y “León de Payara” de la UD-4 de Caricuao debido a los goterones que se filtran a través de las azoteas de los bloques convertidas en piscinas olímpicas donde podría entrenar la delegación de nadadores que nos representará en los venideros juegos olímpicos de Pekín 2008”.

Y ante todo aquel caos, en la panadería, la carnicería, la tintorería, el kiosco o la parada de autobús era muy frecuente escuchar comentarios como estos:

—¿Oiga compadre Pancho, se enteró de que anoche mataron a Consuelo?.
—Sí, comadre, ya estoy enterado, ¿y usted no sabe quién fue?.
—No, que va, sólo sé que le dieron unos tiros. Porecita.
—Coye compinche,, anoche los ñángaros hicieron “Caída y Mesa Limpía”, se paliaron 3 camionetas y 4 carros del estacionamiento descubierto.
—Claro panal, es que con esa entrada abierta de noche y de día como la capilla del aguinaldo aquel, entra quien y como le da la gana.
—Epa convive, ¿es verdad que murió el señor Pomponio?.
—No broder, no se murió, se mató cuando se desprendió el ascensor de su edificio desde el piso 24 con él adentro porque las guayas no las cambian desde el año 82. Tan bueno que era ese viejo.
—Ay, señora Juana, me dijeron que anoche vieron al Conde Drácula, a Frankenstein y al hombre lobo deambulando por la cancha deportiva, Ave María Purísima.
—Claro, con tanta oscuridad.
—Peeeeerroooo mano, que huecos tan grandes y horribles tiene el bajante de la basura del bloque 29, parecen unas ventanas panorámicas, lo único que les falta son unas rejas Pecho e Paloma.
—Es que muchas familias, lanzan sus neveras, sus lavadoras, sus escaparates y sus juegos de muebles por esos bajantes sin importarles si se dañan o no.
—Luis, ¿escuchaste el escándalo y las peleas de anoche?.
—Si hombre vale, fue hasta las 5 de la mañana, no dejaron dormir a nadie.
—Epa, galán, ¿qué te pasó en la fachada que la tienes toda enchavada?.
—Fue el domingo pasado pana, regresé de una rumba como a las 5 de la mañana y unos choros me entromparon, y me dieron senda rumba e piña.
—¿Peeeeerro mano ¿y no te vengaste?.
—Si panal, claro que me vengué, porque si no me vengo me matan.

La esperanza:
“Desde el cielo he recibido una noticia
de que un ángel se ha escapado sin querer”.
De esta forma comienza una melodía que en la voz del inmortal (pero ya muerto, fallecido, difunto, cadáver y occiso) cantante portorriqueño Daniel Santos se hizo muy de moda por los años 50, hace un ratico, hermosa época en que se bailaba bolero apechugaíto o apurruñaíto y en un ladrillito, espacio más que suficiente para mover los pies de allá p’acá, y de acá p’allá dejándose llevar por las melodiosas notas musicales de la canción sin que pasara nada, y en ausencia de abuelos, padres, hermanos, primos o novios de la muchacha con la que hacíamos pareja.
¿Y a qué viene esto, Daniel Santos, el bolero y un ladrillito?, se preguntará usted. Pues bien, viene esto porque a mediados del 2007 dos entusiastas, preocupadas y hermosas féminas de apellido Durán, cual ángeles escapadas no del cielo sino de su apartamento, despojadas de birrete y toga y de su condición de “abvocatus” dieron un primer gran paso al frente. Bullía en sus mentes retomar la primigenia idea del indio Caricuao con el fin de crear y dar vida a lo que no pudo aquel, sembrar de nuevo la simiente que daría sus frutos para la creación de un Consejo Comunal que involucraría a los residentes de aquellos sectores.

Haciendo pininos:

Con gran beneplácito para unos e indiferencia (cosa rara ¿verdad?) para otros, comenzaron a aparecer carteles en los diferentes edificios en los que se exhortaba a sus residentes a acudir a las primeras reuniones a fin de ventilarse en ellas la problemática del sector, y en las cuales, al margen de cualquier ideología política, religiosa etc, conocerse unos y otros y enterarse del proyecto que tenían en mente aquellas damas en cuestión, y en las que además, todos sin excepción tendrían la oportunidad de hacerse escuchar, manifestar a viva voz sus inquietudes, exponer e intercambiar ideas, crear proyectos, avanzar en la urgente creación de un Consejo Comunal y la manera de dar solución a todos y cada uno de sus problemas.
Y en aquellas primeras reuniones en las que los vecinos aprendían a pensar de forma colectiva haciendo a un lado el anonimato para crear entes integradores que además les permitía estrechar vínculos de amistad, se dejaron escuchar las voces de algunos de ellos.
—Buenas noches a todas y a todos, mi nombre es Wenceslao, pero me pueden llamar “Wence”, pelao, vivo en el bloque 22, y lo único que les puedo decir es que esto era como el Paraíso Terrenal cuando me mudé para acá en el año 60, los únicos que faltaban eran Ada, Eva y la culebra, porque matas de manzana había como arroz— dijo un señor de la tercera edad que con la tristeza reflejada en su rostro añoraba nostálgico aquellos viejos tiempos que quedaron para el recuerdo.
—Buenas, yo me llamo Catalina de Aragón, pero ojo, no tengo nada que ver con aquella Catalina hija de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los reyes católicos de España del siglo 15. Soy vecina del bloque 26, y con relación a este sector les diré que aquí dieron sus primeros pasos mis 14 hijos y mis 48 nietos que jugaban Gárgaro, Guataco por las Orejas, Escondido, Fusilao y Policía y Ladrón hasta casi la media noche porque todo era sano— dijo también una simpática abuelita haciendo alarde de su cultura.
—¿Y usted qué nos puede decir?— le preguntó la menor de las Durán a un chamo que lucía un coqueto zarcillo en su oreja izquierda, una gorra sobre la testa con la visera apuntando hacia su sien derecha, que embobado, turulato, boquiabierto y patidifuso no le quitaba los ojos a la hermana de aquella.
—¿Quién, yo?— preguntó el chamo algo turbado y nervioso como si lo hubiesen sorprendido in fraganti haciendo algo indebido. Se aclaró un poco la garganta y dijo: —Bueno chama, yo me llamo Maikol... o sea, y como soy un chamo no le he echao mucha vistilla al pueblo… o sea, porque me mudé para acá hace sólo 8 meses, pero mis pures y mis agüelos... o sea, que hace un viaje de años tienen su concha… o sea, su gajo aquí, me han dicho que antes, todo era zanahoria, fino, y súper carteluo... o sea, pero que ahora ya no es lo mismo porque... o sea, hay burda e rollos y un viaje de ñángaros con tremendos yerros… o sea— concluyó diciendo en perfecto y envidiable castellano el mozalbete.
—Y usted, señor Redesgúndez ¿en que edificio vive?— le preguntó una señora de larga, rubia, brillante y abundante melena como la de Rapunzel, a un señor que no tenía nada que peinarse porque era completamente calvo como cabecita de bebé.
—En el bloque 27, piso 8, apartamento 08-03 desde hace 34 años. Estoy a la orden para todo lo que esté a mi alcance— respondió el señor.
—Basirruqui no monta en coche, usted debió haberse mudado esta mañana cuando yo estaba en el CDI, porque yo también vivo en ese bloque y en el apartamento 08-02 desde el año 78, y es la primera vez que lo veo— ripostó la señora.
Pero era cierto, increíblemente cierto, ambos vivían en el mismo edificio y el mismo piso, lo que sucedía era que nadie allí se conocía, convivían como presos de una misma cárcel pero en diferentes calabozos, como una legión de seres invisibles,
anónimos, incorporeos y desconocidos, como muertos en una misma sepultura a pesar de ocupar el mismo edificio, el mismo piso y vivir a escasos metros uno de otro. Y de una comunidad donde todos eran extraños o desconocidos, como seres de un pueblo fantasma, nada alentador se podía esperar de ella.
Y así, entre interminables, largas y agotadoras reuniones, todas de mucho interés fueron transcurriendo los días, las semanas y los meses, sin embargo, gracias a las claras explicaciones que en reiteradas oportunidades eran expuestas por las hermanas Durán, ya todos los asistentes a ellas tenían más claro que el agua en qué consistía un Consejo Comunal, como se lograría conformarlo, quienes podrían integrarlo y que beneficios traería a la comunidad. Se habló largo y tendido sobre la formación y el papel a desempeñar por parte del Órgano Ejecutivo, de la Unidad de Gestión Financiera o Banco Comunal y de Contraloría Social. De Voceras y Voceros, y de los Comités de Trabajo que velaría por la Salud, Educación, Recreación y Deporte, Alimentación, Cultura, Vivienda y Hábitat, Seguridad Integral, Comunicación e Información. De la administración de los recursos, y de la fiscalización, control y supervisión del manejo de los mismos.
Y así, lento como un morrocoy, pero seguro como el cielo, abriéndose paso por entre un manto de tinieblas y oscuridad se abría paso un pequeño rayito de luz, un cucuyito, una luciérnaga, que como Campanita la de Peter Pan, más temprano que tarde esparciría por doquier su radiante y alegre luminiscencia.

Otro ángel:

En aquel ínterin, se movía como pez en el agua (porque en la tierra sería un pescado quizás con tostones y ensalada a su alrededor) una criatura que no era de piedra como algunos asistentes, porque además de poseer un efervescente y desbordante entusiasmo tenía alma, corazón y vida, que resultó de gran ayuda a las primeras. Delgada y menudita, de andar inquieto y agradable tono de voz. Cargada de papeles y carpetas parecía un tifón, una borrasca. Por momentos se volatilizaba, desaparecía para luego retornar con las pilas súper recargadas. Se le veía a veces tomar nota de lo que se planteaba, se paseaba interminablemente de un lado a otro y para cada interrogante, duda o inquietud de los contertulios, brotaba de sus labios la correspondiente, oportuna y acertada respuesta. Otras veces, acuclillada, de pie, sentada o tendida sobre en el piso con marcador o bolígrafo en sus manos, con una bonita ortografía y excelente caligrafía, escribir sobre papel, nombres de personas o el contenido del artículo tal o cual que versaba sobre la elección y desempeño de las, y los integrantes del Consejo Comunal. Con morral o sin morral sobre su espalda, incansable era aquella pequeña gigante de apellido Morales, residente en el bloque 25. Su presencia era obligada y su aporte indispensable, y por nada del mundo quedaría por fuera como una guayabera.
Indudablemente la Morales, conjuntamente con las Durán, conformaban un trío archi dinámico, y desbordante de entusiasmo.
Conformación de los Comités Promotor y Electoral:
Y “preñados de buenas intenciones”, se dio otro gran paso para la conformación de aquello que dejaría de ser una quimera para convertirse en una hermosas realidad. Era la de exhortar a los concurrentes a postularse para integrar los comités Promotor y Electoral de cada edificio que llevarían sobre sus hombros la delicada y responsable tarea, los primeros, de realizar un censo demográfico de la comunidad a fin de recabar ciertos datos de interés tales como: número de familias que habiten la vivienda, identidad de todos y cada uno de sus miembros, ingreso económico, profesión u oficio, etc, invitándolos asimismo a postularse para integrar los diferentes comités de trabajo ya señalados, y los segundos, ya con aquella información, elaborar el Registro Electoral, realizar el evento electoral, totalizar los votos y levantar la correspondiente acta de los resultados luego de concluido aquel evento comicial que sería, además de directo y secreto, transparente y cristalino como el agua mineral Minalba.

Acto comicial:

Días después, con un sol que desparramaba sus dorados rayos por doquier como para tender ropa recién lavada, jugar béisbol o irse a broncear a la playa, amaneció el día domingo en que se llevaría a cabo el acto comicial. La alegría se desbordaba por los cuatro puntos cardinales y todos esperaban ansiosos el momento de tan trascendental acontecimiento. La criatura estaba por nacer, de momento sólo se le veían sus piececitos de color de durazno maduro, porque el criaturito, al contrario de otros, vendría de pie, incólume y bravío como lo hicieron Miranda, Bolívar, Sucre, Páez, Ribas, Pedro Camejo y otra pléyade de preclaros e ínclitos hombres de nuestra gesta independentista. Y a las 8 de la mañana se dio inicio en cada edificio el respectivo acto comicial de donde saldría electo todo aquel postulado o aquella postulada que integraría la Plana Mayor del ente que pronto vería la luz del día. Sonriente, cada cual se buscaba en las listas que como papel tapiz cubrían las paredes de la planta baja de su edificio en las que aparecían los nombres de los votantes, y luego se dirigía a aquel o a aquella integrante del Comité Electoral en solicitud de información acerca de cómo emitir su voto.
—Mira este niño, ubícame, dime como es este rollo porque es la primera vez que...
—En esta planilla— le decía la persona— aparecen los nombres, apellidos, apodos, alias, sobrenombres, remolquetes, prontuario y foto de las personas que se han postulado para integrar los comités, y por las que puede usted votar. Etc, etc.

Y aquel vecino o aquella vecina, más contento o contenta que muchachito o muchachita comiendo moco, o con muñeca nueva, como si se tratara de elegir a un diputado, un alcalde, un gobernador o a un nuevo presidente de la República Bolivariana de Venezuela, emitía su opinión mediante el voto.
—¿Ya votaste mana?—le preguntaría después una muchacha a una amiga.
—Sí, panita, pero el dedito se me manchó— respondería esta.
Con una masiva participación de los vecinos se desarrollaba aquel evento, cuando a los responsables del mismo se les obsequió un modesto y escuálido refrigerio: papitas y platanitos fritos, sandwichs de jamón y queso, arepas de reina pepeada, arroz chino con lúmpias, macarrón con pollo, pabellón con barandas, carite frito con ensalada y tostones, pizza con anchoas, cocido gallego, ensalada de gallina, guarapo de papelón con limón, dulce de piña, golfeado con queso, la multisápida hallaca, la divina torta burrera, y la infaltable paella y pa todos.
—Hubiera preferido dos empanadas de oreja de cochino— dijo (no sabemos si en serio o en broma) uno de aquellos señores.
Concluido el acto comicial en cada edificio, se pudo constatar que en su mayoría aquellos postulados del bloque 22 se alzaron, con el santo y la limosna. Los postulados de los otros edificios no irían p’al baile. Claro, y como era de esperarse, voces de descontento inundaron el ambiente.
—Fraude— gritó un señor de 84 años que se había postulado para presidir el Buró Juvenil de Recreación y Deportes.
—Que anulen y repitan esas elecciones— recomendó por su lado una señora.
—Es imposible que alguien saque 120 votos donde sólo participaron 98 personas— dijo otra.
—Eso se venía vení, pana— dijo aquel muchacho que días antes, turulato, embobado y patidifuso no le quitaba la vista a la mayor de las Durán.
—En ese rollo están metidas las chamas esas— gritó molesto otro frustrado señor refiriéndose a las Durán.
—Bueno vale, si hubo fraude muestra las pruebas, porque juzgar a priori, sin elementos de juicio es irresponsable. Esa gente hizo un trabajo de hormiguita y resultó favorecida —le respondió de forma muy sensata un señor de cabello blanco integrante del Comité Electoral que con aquel acto concluía su participación y no podría postularse para ningún otro cargo, es decir: tampoco bailaría Reggaetón. Sin embargo, una vez más se puso de manifiesto la sapiencia por parte de las Durán y la Morales, cuando de una manera muy clara como le ripostó el gavilán de Curarigua el trabalenguas, al del Tocuyo, lograron con sólidos argumentos despejar las dudas y cada cual depuso su actitud beligerante, y aunque muchas y muchos, con la frustración y resignación pintada en sus rostros, abandonaron el salón, debieron todos aceptar los resultados. El icor que circula por venas y arterias no llegó al río, lo que permitió que naciera al fin nuestro Consejo Comunal.

Pero ¿que nombre le pondremos?:

No obstante, la comunidad, con el criaturito ya en sus brazos debió debatir sobre algo de vital importacia, era el “nomen”, o nombre para decirlo en lengua castellana y no en latín, con el que se bautizaría al recién nacido.
—¿Que nombre proponen ustedes?— preguntó una de las Durán.
—Yo propongo que se le llame “Mata-Paya”, en alusión a Mata de la Miel y León de Payara— respondió un señor.
—Ay no, por Dios, eso suena muy feo, que se llame “Leo-Miel” —propuso una señora sentada un poco más allá.
—No me gusta, —dijo una muchacha —se debería llamar “Mata-León”.
—Yo sugiero “Paya-Mata”— propuso otra señora.
—Yo le pondría “León-Mata”— argumento otra muchacha.
—Ya está solucionado el problema vale, que se bautice con el nombre de “Miel de León”—dijo un muchacho con una pícara sonrisa en los labios.
—Ay, que horror no, eso suena muy vulgar, propongo que se llame “Paya-Miel” —sugirió por último otra señora.
—Aleluya, por fin alguien está diciendo algo sensato, y nos mostramos de acuerdo con ese nombre— dijeron a un mismo tiempo esposo, hijos, hijas, hermanas, hermanos, sobrinos, sobrinas, nietos y nietas de la señora.
Sin embargo, como cada cual arrimaba la candela “pa su pescao”, o lo que es lo mismo, defendía su propuesta, aquello se volvió una Babel. No obstante, la otra hermana Durán salomonicamente propuso que aquello se resolviera de la manera más abierta y democrática posible, con la señal de costumbre, alzando las manos como los diputados en la Asamblea Nacional.
—Levanten la mano quienes votan por Mata-Paya. ¿Quienes por Leo-Miel?. ¿Quiénes se inclinan por Mata-León?. ¿Quiénes por Paya-Mata?. ¿Quiénes a favor de León-Mata?. ¿Quiénes están de acuerdo con Miel de León?.
Y a medida que aquella beldad interrogaba a los presentes, se alzaban las manos en mayor o menor proporción en favor de tal o cual propuesta. Ganaba hasta los momentos “Miel de León” la del muchacho de sonrisa pícara que brincaba de contento. Pero sólo fue alegría de tísico, de tuberculoso, porque cuando se llamó a votar por “Paya-Miel”, más de 100 personas levantaron sus manos (algunas de ellas las dos) en favor de aquella última propuesta.
—Okey, okey señores— dijeron las Durán, no se hable más del asunto, el criaturo, a partir de este momento llevará por nombre “Paya-Miel”.
Pues bien, ya el criaturo no era fulano, zutano o mengano, ya tenía nombre y apellido, faltaban sólo pequeños detalles para legitimarlo ante la Comisión Local Presidencial del Poder Popular que le expediría sus correspondientes partidas de nacimiento y bautismo, para luego juramentar a sus padres, madres, tíos y tías.
Y después ¿por qué no?, celebrar en grande con furruco, tambor, arpa, cuatro, y maracas el nacimiento de “Paya-Miel” que sin mucho apuro, Cronos, el Padre Tiempo se encargará de enseñar a caminar derecho, erguido, desafiante, altanero y bravío con la frente en alto como un coloso.

Juramentacion:

Y el sábado, 24 horas antes de aquel acontecimiento, bullía gran actividad en “Mata de la Miel”. Obreros de la Alcaldía después de podar los árboles pusieron el estacionamiento como tacita de plata, lo bañaron, le echaron champú y enjuague, lo peinaron, le removieron todo lo feo, ni una chapita, un papelito o una colilla de cigarrillo se veía por ninguna parte. Y hasta una señora le regó una docena de potes de cera “Biutiflor” y se fajó ella solita a sacarle brillo con su pulidora al tiempo que entonaba una bella melodía vernácula y criolla. Y tempranito al día siguiente, toda la comunidad fue levantada de sus catres y chinchorros debido al escándalo producido por el corneteo de algunos carros que inundaron el ambiente de un aire festivo. Dos señoras que se disponían acudir a la misa de 6, exclamaron entre el asombro y la admiración:
—“Gloria a Dios en las alturas, recogieron las basuras de mi calle siempre a oscuras y hoy sembrada de bombillas”.
—“Y colgaron de un cordel de esquina a esquina un cartel con banderas de papel verdes, rojas y amarillas”.
Claro, no era para menos, todo aquello que estaba, además de inmaculado, rechinaba de brillo. Un enorme toldo donde se colocaría la familia de la criatura que pronto se juramentaría se encontraba a un lado del estacionamiento. Y momentos después, un muchacho, que fungía de maestro de ceremonias, micrófono en mano como imitando a Porfirio Torres, luego de aclararse la garganta y decir: probando, probando, se dirigió a los presentes diciendo: —Damas y “caalleros”, o sea… previo al acto de juramentación de los integrantes del Consejo Comunal “Paya-Miel” a cargo del Sargento Napoleón Waterloo en ausencia del ciudadano alcalde, el ciudadano Héctor D’ Lima, representante también del gobierno municipal, entonará para ustedes las gloriosas notas de nuestro himno nacional.
Y el señor D’Lima, a pesar de haber sufrido un lapsus mental que le hizo olvidar la letra del himno patrio, cual Carlos Almenar Otero, Alfredo Sadel, Alfredo Kraus o Pavvarotti venezolano cantó con melodiosa y varonil voz:

“Gloria agarró al sueegroo
por eeeeel pescuezóoo
la pieeeeedra sacando
e estaba el viejóooo”

Concluida la magistral actuación de D’Lima, que fue premiado con fuertes aplausos como si hubiera cantado “Caballo Viejo” o “La Viuda Millonaria”, el sargento Waterloo, en medio de respetuoso silencio procedió a tomar juramento a todos y cada uno de los integrantes de aquel Consejo Comunal que vestían gorra y franela con el emblemático logotipo (un melenudo felis leo degustando la dulce miel de un rico panal) alusivo al nombre de la criatura por ellos creada.
—¿Jura usted por su madre, cumplir y hacer cumplir todos y cada uno de los postulados insertos en la presente Ley de Consejos Comunales?.
—Lo juro— dijeron a un mismo tiempo los interrogados.
—Si así lo hiciereis, que Dios os premie, si no, que el Diablo os demande— concluyó con aquella lapidaria frase la autoridad policial.
—Que viva “Paya-Miel”—gritaron algunos.
—Que vivan las Durán, que vivan las Durán, cara... cha— dijeron otros.
—Que viva la Morales, que viva la Morales— corearon los demás.
Pues bien, “Paya-Miel”, ya tenía Partida de Nacimiento, de Bautismo y Cédula de Identidad. Pronto dejaría la leche materna por un tetero de leche completa, y los pañales desechables para ponerse pantalones largos.

La rumba:

Después de aquello, el presentador, locutor o perifoneador, dirigiéndose una vez más a los presentes, continuó de esta manera:
—Señoras y señores … o sea, en la continuación de este evento que nos mantiene el pecho henchido de gloria… o sea, tendré el placer de presentar para ustedes a la Banda Marcial de la Escuela Técnica Nacional de Defensa Civil … o sea que se ha hecho presente para dar mayor alegría, brillo y colorido al acto.
Tronaron redoblantes y trompetas inundando el ambiente con sus alegres y melodiosas notas musicales, y casi a un mismo tiempo, de un extremo de la cancha deportiva a paso de vencedores, con elegante aire marcial como la Guardia Suiza del Vaticano marchaban los chicos y las chicas integrantes del desfile. Los varones vestían pantalón crema con vivo verde y zapatos negros de patente. Las hembras, bonitas todas y de escultural anatomía, minifalda también de color crema, pantaletas rosadas y botas blancas hasta las rodillas. La gorra que lucían, parecida a un sombrero de copa, era de color rojo rojito con filigranas amarillos, y en la chaqueta verde que vestían todos, se podían apreciar grandes botones y gruesos cordones dorados como los rayos de sol. Todas las miradas convergieron en una muchacha como de 16 años que magistralmente hacía girar entre sus manos algo así como un palo de escoba forrado en papel de papagayo de diversos colores, y que de vez en cuando lanzaba hacia arriba para después tomarlo impecablemente como lo haría un center fil con la bola que ya se iba de jonrón. Detrás, un muchacho como de su misma edad golpeaba una lira de la que brotaban los tintineantes acordes musicales. Otro muchacho que como aplaudiendo, o más bien pretendiendo aplastar entre sus manos a un zancudo Patas Blancas, golpeaba uno con otro dos relucientes platillos dorados.
La muchedumbre corría como caballo sin freno en busca de un mejor lugar de observación para no perder detalle de tan fastuoso evento.
—Bueno vale qué es ¿tú cómo que te crees el hombre invisible o eres de papel celofán? —le gritó una señora que cargaba a un muchachito, a un señor barrigón que se había colocado delante de ellos.
—¿Que pasa señora, que pasa? yo tengo tanto derecho como usté, búsquese una escalera o encarámese en una silla— respondió aquel.
El desfile, entre los aplausos de los concurrentes llegó hasta el otro extremo de la cancha donde concluyó su participación. Inmediatamente hicieron su aparición cinco muchachitos y seis muchachitas representando según los organizadores del evento, al escuálido y pobrecito campesino venezolano. Los varones lucían pantalón caqui arremangado hasta las batatas y sujetos con mecate, alpargatas negras, franela blanca, un sombrero de cogollo y un pañuelito rojo alrededor del cuello, portando también un garrote como de medio metro que no sabían qué hacer con él, un “porsiacaso” terciado al pecho repleto de recortes de cartulina blanca con lunarcitos dorados como si fueran trozos de tortas de casabe, y un machete plástico colgándole de la cintura como imitando a los ya desaparecidos piratas, bucaneros y corsarios, que al estar fastidiados y no tener nada que hacer en Europa, se daban una vueltica por la naciente América sólo para embarazar a las indiecitas púberes y jugar fútbol con la cabeza de los indios como practicando para el mundial de 1518. Las hembras, además de largos y postizos moños que le caían por la espalda, vestían una amplia y larga falda floreada, cota blanca y también calzando alpargatas negras, luciendo además una flor en la cabeza y un multicolor collar plástico en el pescuezo, deleitando a los presentes con “Alma Llanera” y “El Manduco”. Luego, Ana Cecilia, una linda, simpática y encantadora niñita súper pilas, como de 7 años declamó “Rosalinda” dándole paso luego a su hermanita Lisbeth, que con una “chuleta” en sus manos que inútilmente pretendía ocultar, recitó de Andrés Eloy Blanco el “Palabreo de La Loca Luz Caraballo” siendo cada una premiadas con un prolongado y ensordecedor aplauso del entusiasta público que gritaba a todo gañote:
—Otra, otra, otra, otra.
Las niñas no se hicieron de rogar, y después de soltarse el moño, la melena, la cabellera o la peluca, con unas macaras y un “cuatro” en sus manos que más bien era un “tres” porque le faltaba una cuerda, se fajaron rolo a rolo y tolete a tolete con el contrapunteo “Florentina y La Diabla” recibiendo nuevos, fuertes y casi interminables aplausos muy especialmente cuando Ana Cecilia quien hacía de (Florentina) preguntaba:


“Catira quita pesares
contéstame esta pregunta
¿Cuál es el gallo que aunque
lo metan en agua hirviendo
tendrá siempre el cuero duro

O cuando Lisbeth (La Diabla) respondía:

Tendrá siempre el cuero duro
el gallo que es pataruco
Yyyy
Rrrrrrr
ttttttttttttt

Luego, con su pasito apurao, menudito, la timidez reflejada en su carita y un poquito nerviosa hizo su aparición otra encantadora niñita de nombre Mónica, que se mandó con el poema “Angelitos Negros” también de Andrés Eloy Blanco, al concluir, la muchachita se ruborizó y casi se le salieron las lágrimas de la emoción cuando escuchó al gentío gritar:
—Niña, que bello recitas. Que lindo declamas. Eres todo un poema. Eres única. Dios te guarde. Braaaavoooo. Recita otra. Recita otra.
Aquellas claras muestras de agrado por parte de la muchedumbre fueron suficientes motivos para que la linda, angelical, simpática y menudita niña complaciera a todos con el poema “Romance para una madre campesina” de Héctor Guillermo Villalobos. Luego, todo aquello fue apoteósico, no sólo nuevos aplausos con los que se premió a la niña inundaron el ambiente, sino que de todos lados le llovieron muñecas Barbie, y de trapo, manzanas, peras, duraznos, uvas, caramelos, chicles, chocolates, galletas, almendras y todo tipo de chucherías que la chamaquita sin el menor disimulo guardaba en los bolsillos de su vestido, retirándose después en medio de otros atronadores aplausos con una perfumada flor de encendido color rojo que un muchachito le había lanzado después de mandarle un besito volao. Después, como para hacerles competencia a aquellas tres lindas muchachitas, que olvidé decir eran alumnas del Preescolar “Bertha Machado de Aza” se presentó un niño de apellido Niño, como de 8 años que declamó “El Milagro de la Perla” de Rafael Ruiz Carrillo. Al concluir, sonriente el muchachito esperó no sólo los aplausos de los que se sintió merecedor, sino también los regalos que seguro estaba le lanzaría el gentío. Pero el pobrecito lo que hizo fue un puchero, se orinó en el pantalón y se fue a millón llorando y llamando a su mamá al escuchar el vocerío de la gente que le gritaba:
—Fueeeraaaaa. Fueeeeeraaaa. Fueeeraaaaa.
Luego, una muchachita llanera cantó “Laguna Vieja”, un gochito “Brisas del Torbes”, un corianito “Sombra en los Médanos”, una maracuchita “Brisas del Zulia” y por último un caraqueñito “Caracas Cuna de Héroes”. Todas y todos fueron premiados con ensordecedores aplausos, pero que va, quienes realmente se robaron el show fueron Ana Cecilia, Lisbeth y Mónica, que en un rincón como escondidas para que nadie les pidiera, se comían las frutas y las golosinas que la última compartió gustosamente con las primeras. Concluida aquella presentación se dejaron escuchar las acompasadas notas del Vals “Dama Antañona” interpretado por el grupo musical “Cumbre”, que deleitó después a los presentes con una gran variedad de merengues y pasadobles venezolanos y españoles. La muchedumbre movió el esqueleto al compás de Besos y Cerezas, El Gato Montes, Tongoneaito, Españolerías, Silverio Pérez, El Muerto de las Gradillas, España Cañí, Toy Contento, Puñadito de Sal, Ruperta, Jarro Mocho, Nuevo Circo, Rojo como un Puñal, y El Muñeco de la Ciudad. Terminada la música popular le tocó el turno al grupo “Salsa Casino” que entonó preciosas melodías tales como: En un pueblito español, Beguín the Beguin, La Leyenda del Beso, El Amor es Azul, La Boda de Luis Alonso, El Vals del Emperador, Danubio Azul, Cerezo Rosa, Capricho Español, Iberia y Las Ruinas de Atenas. Y en medio de aquel jolgorio jóvenes y viejos gozaban de lo lindo cuando las cámaras de VTV, TVes, TV Caricuao, Vive TV, Telesur y CNN en español los mostraba al público que se había quedado en su casa. Y aquel memorable acto que fue transmitido en cadena nacional por radio y televisión en vivo y en directo desde el mismo lugar de los acontecimientos en pleno desarrollo, bajó la santamaría a las 8 de la noche en que concluyó el sarao, la cuchipanda, el guateque la rumba y el son. Alegres y cansados de la risa se retiraron todos, y yo, desde mi humilde atalaya, mi observatorio, mi refugio, mi otero, mi gajo o mi concha, contagiado de emoción, sin poder ocultar la alegría que me embargaba, con el corazón engurruñao, mirando lánguidamente el nocturnal cielo engalanado de titilantes estrellas y de una hermosa y fúlgida luna llena, no me quedó más que gritar estentoreamente: Bienvenido “Paya-Miel”.

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